El proceso de construcción de
cementerios en Santander desde que Carlos III promulgase
a finales del siglo XVIII la Real Cédula sobre
la edificación de campo santos extramuros, es
sumamente interesante, adelantándose a otras
grandes urbes en la creación de una necrópolis
que cubriese sobradamente las necesidades de la población.
Así, al auspicio de la legislación, se
verificó la construcción de un nuevo y
primer cementerio denominada de San Femando y enclavado
cerca del Convento de las Clarisas, en la calle Alta.
Pero el recinto en pocos decenios apenas si podía
responder a las necesidades de los santanderinos, como
lo relataba El Despertador Montañés en
1851.
El recinto presenta una estructura un tanto original
respecto a otros edificios en el norte de España,
lleno de significados vinculados a su función
y servicios a prestar, como señaló en
su momento Pérez de la Riva. La estructura en
forma de cruz era para el arquitecto «emblema
de la redención cristiana, a cuyo amparo se colocan
los enterramientos», al propio tiempo que se prestaba
muy bien para la distribución de los diversos
ámbitos de los que se compone un cementerio (capilla,
osario, sala de autopsias, vivienda del capellán
y del sepulturero, entre otras), permitiendo adaptarse
a las futuras ampliaciones y nuevas necesidades.
Organización interna
El espacio con una traza ortogonal se
genera a partir de las vías de comunicación
clasificadas en tres órdenes: de primer orden
destinadas a pasos de tránsito y circulación
principal de las comitivas; de segundo orden las que
dividen estas zonas en manzanas son achaflanados, generando
pequeñas plazoletas que facilitan el tránsito,
lo mismo que el camino de ronda que se proyectó.
Para resaltar la severidad del recinto al tiempo que
preservar la salubridad pública, su proyecto
incluía plantaciones naturales como cedros, tejos,
abetos y cipreses.
Si el proyecto en sí mismo ya es una obra sobresaliente
entre los recintos funerarios contemporáneos,
su magnitud se engrandece desde el momento en que empieza
a ser ocupado. La diversidad de panteones, sepulturas
y monumentos que se incluyen en el campo santo santanderino
son ejemplo de la riqueza de la producción funeraria
en el país, ejecutadas por profesionales con
experiencias en construcciones funerarias y modelos
iconográficos. En Ciriego está la impronta
de arquitectos y artesanos más famosos por otros
trabajos, pero que también se sumaron a las corrientes
del momento. Así, la impronta que dejaron las
obras que se levantaron en Génova, Milán,
París o Madrid se denota en sus proyectos, elementos
decorativos y creaciones escultóricas.
En definitiva, en Ciriego, además de los recuerdos
familiares, se aglutina una parte de la expresión
artística de los creadores del siglo XX; porque
en los cementerios también hay arte.
Valorar y conservar
La iniciativa de poner en valor el patrimonio arquitectónico
y artístico conservado en el cementerio de Ciriego
a través de una publicación es desde todo
punto admirable y, quizá, el punto de partida
para promover la protección de una determinada
área de la necrópolis con alguna figura
de las que se contemplan en la Ley de Patrimonio Cultural
de Cantabria de 1988.
Además del conjunto, en Ciriego existen una
serie de mausoleos y panteones pertenecientes a familias
santanderinas de magnífica factura y algunos
diseñados por arquitectos de prestigio. La mayoría
presentan un estado de conservación satisfactorio,
pero por contra existen otros, de indudable valor, que
están prácticamente abandonados.
Es difícil, en estos casos, que la administración
pueda tomar medidas ya que los panteones son de propiedad
privada. Diferente sería si parte del campo santo
se declarase bien de interés cultural, lo que
podría obligar a mantener las construcciones.
Quien se aproxime a Ciriego con la intención
de contemplar su arte debe detenerse en algunos panteones
sobresalientes como los de Arechavala, Cué, Cué
Fernández, Fernández Bravo, Pardo de Santayana,
Hedilla, García Quintanilla, González
Torre, Haro, Junco, Marín García, Martínez
de las Heras, Meana, Víctimas del Machichaco,
Prieto Lavín...
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